La autocrítica como síndrome y esencia de la vida bohemia a través de El Spleen de París o Petits pöemes en prose de Charles Baudelaire.

Por: A. R. Vieyra

El intentar descifrar la enigmática figura de Charles Baudelaire, tanto como poeta, como crítico, se ha tornado en un tipo de parafernalia tácita para todo aquel interesado en el análisis poético de la obra gestada en un spleen francés donde en demasía se atenían a un sentimiento abarcador de melancolía, aburrimiento y hartazgo. Recordemos que Baudelaire, siendo un artista en constante conflicto con la sociedad, presentó diferentes facetas literarias que terminarían por desembocar en una dedicación casi entera a la poesía.  

El trabajo aquí presente analizará tres poemas de El Spleen de París que manejan de manera implícita las cuestiones de la crítica de Baudelaire hacia él mismo en relevancia a su hacer y deber como artista y las diferentes metamorfosis que tal figura tiene.   

Baudelaire 2

  1. El confíteor del artista

Hará bien hablar primero de un poema de Baudelaire que fue publicado unos años antes que el aquí presentado para su análisis. Hablamos de aquel poema que hizo posible la concertación del concepto de Paul Verlaine de «poeta maldito». Se trata de Bendición; poema que abre el poemario de Las flores del mal con Spleen e Ideal. 

En él se nos habla de la maldición de ser concebidos como un artista plantado en una modernidad donde lo imperante son las apariencias, las «buenas costumbres» y la rectitud religiosa. Para Baudelaire el «nacer» como artista es una de las manifestaciones divinas más necesarias para el ser humano, sin embargo, también es maldita por ser una manifestación rechazada por la sociedad: 

Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,/El Niño desheredado se embriaga de sol,/Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,/Encuentra la ambrosía y el néctar bermejo.

El juega con el viento, conversa con la nube,/Y se embriaga cantando el camino de la cruz;/Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje/Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.

Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,/O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,/Buscan al que sabrá arrancarle una queja,/Y hacen sobre Él el ensayo de su ferocidad.

Es la imagen más pura que puede darse de un verdadero «observador», la inocencia del alma, los primeros momentos de la existencia de un poeta, poniendo en contraposición al falso artista o al constructo social que se subyace a bajos razonamientos empíricos; los cuales terminan por concebir a un «farsante», con pretensiones elíseas, que no plantea verdaderas problemáticas, sino más bien genera una imagen irreal, una obra frívola y decadente. 

Baudelaire en El confíteor del artista retoma las nociones del poeta maldito pero trasciende más allá de Bendición al plantear los conflictos que devienen de la constante y profunda observación de la naturaleza. En el poema nos encontramos con un poeta que cae en la cuenta de su finitud en contraste con toda la infinitud de la naturaleza. En el poema se entrevé cómo el poeta cae vencido por la inmutabilidad de lo bello. Bajo una interpretación personal he de creer que la imagen del «poeta maldito», aquel ser incomprendido, bohemio y observador, comienza a caer en una decadencia consecuencia de intentar comprender y explicar lo que simplemente no necesita explicación. De aquí se parte a la primicia de una autocrítica hacia Baudelaire mismo y de su deber como poeta, ya que el sujeto lírico se encuentra en un dilema acerca de la belleza: «El estudio de lo bello es un duelo en que el artista grita de espanto antes de ser vencido» (Baudelaire, 2018, p. 20). Recordemos que Baudelaire en otro poema de Las flores del mal llamado Una carroña, en donde el sujeto lírico insiste en resaltar características naturales, pero grotescas de la naturaleza, hace a un lado la belleza para denostar, como crítica, los movimientos decadentes de finales del siglo XIX, en donde lo feo es parte elemental de la obra de Baudelaire.

  1. A cada uno su Quimera

La manera en la cual el sujeto lírico construye su entorno (gris, polvoriento y llano) puede servir como comparativa con las siguientes imágenes que evoca casi inmediatamente después de los hombres que, encorvados, cargan con Quimeras únicas. 

La manera en la que el sujeto lírico dota de una vivacidad asfixiante a aquellas bestias denota un tipo de manifestación que corresponde a la de los sueños: «Pero la monstruosa bestia no era un peso inerte; al contrario, envolvía y oprimía al hombre con sus músculos elásticos y poderosos; se engarfiaba con sus dos vastas garras al pecho de la montura» (Baudelaire, 2018, p. 26) y «Cosa curiosa por anotar: ninguno de aquellos viajeros se veía irritado contra la bestia feroz suspendida de su cuello y pegada a la espalda: se hubiera dicho que la consideraban parte de sí mismos» (Baudelaire, 2018, p. 27).

Será menester recordar que el significado de la Quimera, para los entendidos, es un ser de corte fantástico que es una combinación de más de tres animales que terminan conformando a una criatura híbrida con características únicas e inigualables. El sujeto lírico, por ende, hace una quimerización de los sueños, les da una forma y un peso diferente para cada uno de los hombres que carga a sus anchas con tales sueños sin saber con exactitud hacia dónde caminan ni cuál es su destino último, mas: «estaban impulsados por una invisible necesidad de caminar» Baudelaire, 2018, p. 26).

La autocrítica en el poema recae de nuevo en el sujeto lírico, ya que en ningún momento se da por manifiesto que él tenga a sus espaldas ningún tipo de Quimera, de hecho ve con cierto interés repentino la marcha de aquellos hombres que se van perdiendo en aquel horizonte mustio y desolado: «pero muy pronto la irresistible Indiferencia se abatió sobre mí y no me sentí más rudamente abrumado que los mismos hombres por sus aplastantes Quimeras» (Baudelaire, 2018, p. 27). 

¿Acaso el autor quería decir que los sueños son un peso determinado por la ambición de quien los concibe? En tal caso, Baudelaire pudo haberse proyectado en aquel sujeto lírico que, lleno de Indiferencia, un síndrome de la modernidad que parece abatir y envolver, como una Quimera, al sujeto lírico. El mundo en el cual los pocos soñadores caminan es un mundo abatido y triste, donde los sueños solo valen como un peso más en la larga caminata, parecida a una ensoñación, de la vida.  

  1. A la una de la mañana

En el poema nos encontramos con un sujeto lírico que, me atrevo a decir, tiende a las de parecerse en su totalidad a Charles Baudelaire y a su experiencia en el mundo literario del siglo XIX. En tal poema refleja sentimientos de misantropía y de iconoclasia para con la sociedad y sobre todo con respecto a su hipocresía y sus pocos y superficiales modos de consumir un tipo de arte encontrado en decadencia. 

Todas estas elucubraciones surgen en un momento de completa soledad, en una hora (la una de la mañana) donde los sentimientos noctámbulos, donde uno puede encontrarse a si mismo en su soledad, se encuentran a flor de piel. Como un punto de interpretación se puede hablar de la figura del poeta maldito encontrado en un conflicto con la sociedad, ya en decadencia, pidiendo no ser similar a aquello que tanto critica. Es en ese momento cuando se manifiesta la incomprensión de su figura en su papel en la sociedad.  

La autocrítica se encuentra presente al final del poema, cuando el sujeto lírico, en este caso Baudelaire, dice: 

Descontento de todos y descontento de mí, bien quisiera rescatarme y enorgullecerme un poco en el silencio y la soledad de la noche. Almas de los que he amado, almas de aquellos a los que he cantado, fortalecedme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los vapores corruptores del mundo; ¡y tú, Señor y Dios mío, concédeme la gracia de producir algunos bellos versos que me prueben a mí mismo que no sol el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio!

Aquí puede verse reflejado el sentimiento romántico y simbolista característico del estilo de Baudelaire, aquel estilo gestado en el siglo XIX. 

En tal poema, y en los anteriores, puede entreverse un sentimiento de fastidio, un tipo de crítica sin consideración y con descaro en contra de la sociedad que, aún en su estilo en prosa, llega a generar un importante valor poético. En la nitidez de tales poemas podemos encontrar también una autocrítica de Baudelaire a él mismo desde un tipo de miedo hacia lo moderno, hacia aquel movimiento que terminaría por desembocar en lo que ha de llamarse «posmodernidad», el momento en el que todo lo criticado por el autor se agudiza y se vuelve un estilo de vida en donde el hedonismo y el narcisismo imperan en el comportamiento social. 

  • Bibliografía

Baudelaire, C (2018). El Spleen de París. México: Fondo de Cultura Económica.

Baudalaire, C (2016). Las flores del mal. México: Austral.

 

Nota: pintura por Mathieu Laca. Más información del artista en: https://www.saatchiart.com/art/Painting-Charles-Baudelaire/400448/2689743/view?prints=1

 

 

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